viernes, 13 de abril de 2018

El pavo salvaje


La gente de un pueblo del este de Iowa se acostumbró a ver a un pavo salvaje en el camino. —Allí está Chuck otra vez —decía alguien, sacudiendo la cabeza al ver las travesuras del pavo al cual parecía encantarle perseguir autos. Se paraba en el camino como si fuera su dueño, con las plumas alborotadas, y esperaba a que pasaran los autos. No le importaba si era un auto pequeño o un gran camión con acoplado. A Chuck le gustaba perseguirlos a todos. Los conductores locales comenzaron a vigilar al pavo. —Hay un pavo salvaje en el camino —advertían a los visitantes. La persecución que el pavo hacía de los autos duró más de un año; y los conductores locales seguían el juego al pavo. Un día, un extraño llegó al pueblo. Como siempre, el pavo estaba parado en medio del camino, persiguiendo a los autos. El conductor vio al pavo, tocó la bocina y trató de frenar a tiempo. Al ruido de las ruedas que rechinaron le siguió un golpe. La gente del pueblo enterró al pavo, observando que había muerto haciendo lo que mejor hacía: persiguiendo a los autos. ¿La moraleja de esta historia? ¡Ten cuidado con aquello que persigues!