viernes, 13 de abril de 2018

La ultima persona que lo sabia todo

Albert Einstein, considerado por algunos el más grande genio de todos los tiempos, era un admirador de Thomas Young (1773-1829). Este fue un niño prodigio inglés. A los dos años aprendió a leer y a los cuatro había leído la Biblia dos veces. A los catorce años sabía griego y latín, pero además estaba familiarizado con el francés, el italiano, el hebreo, el caldeo, el siríaco, el samaritano, el árabe, el persa, el turco y el árabe. Fue el primero en resolver parcialmente los jeroglíficos egipcios. (Especialmente la Piedra de Rosetta). En 1802 propuso la teoría ondulatoria de la luz. Por si fuera poco; también hizo contribuciones científicas importantes en diversos campos como la visión, la mecánica de sólidos, la energía; la fisiología, el lenguaje, la armonía musical y la egiptología. Hacia el final de su vida; Young había escrito 63 artículos en la Enciclopedia Británica, entre ellos «Lenguajes», en el que compara la gramática y el vocabulario de cuatrocientos idiomas. No es extraño que se lo haya considerado como «la última persona que lo sabía todo». El apóstol Santiago dijo: “Si alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie”. ¿Sabías que existe una gran diferencia entre inteligencia y sabiduría? Salomón era tanto inteligente como sabio (1 Reyes 3: 9) Su sabiduría era la capacidad «para distinguir entre el bien y el mal», para tomar buenas decisiones. ¡Es lo más valioso que Dios nos puede dar! ¿Por qué no pides a Dios que te dé la capacidad de discernir entre el bien y el mal en este día?