Hay palabras que nos cambian la vida… pero hay miradas que nos
cambian el alma. Cuando estoy enfermo la gente me mira de distintas maneras. En
los ojos de algunos veo temor, en los otros intolerancia. En los de mis amigos
veo lástima, en los de mis hijos enojo y vergüenza, en los de mi madre tristeza
y dolor. Los únicos ojos que me miran igual, en los únicos ojos que me veo como
soy, no importa si estoy sano o enfermo, es en los ojos de mi perro. Porque la mirada de un perro es el mejor
espejo donde podrás comprobar la grandeza de tu alma. Pablo Neruda escribió: “Mi
perro me miraba con esos ojos más puros que los míos. Perdía el tiempo pero me
miraba con la mirada que me reservó. Toda su dulce y peluda vida cerca de mí,
sin molestarme nunca y sin pedirme nada”. Para conocer la lealtad, la
fidelidad, el agradecimiento, la confianza, el perdón, el compañerismo en su más
pura expresión, comparte tu vida con un perro. Desconfío de una persona que no
le gustan los animales, pero confío en mi perro cuando no le gusta una persona.
Ellos te entregan el alma sin palabras… te miran, te esperan, te cuidan y te
aman. Jamás me sentiré solo porque su tierna mirada y el movimiento de su cola
me dicen: “Eres la razón de mi vida. Te amo”. Entrégale afecto a un perro y Él
te entregará su corazón por toda su vida. Y mientras nosotros le damos el
tiempo que nos sobra, ellos nos regalan toda su vida. Cuando piensas si tu
perro te quiere, tu perro te quiere sin pensar.