lunes, 16 de abril de 2018

El mono de cara colorada

Un faquir de la India «inventó» una fórmula para hacer oro. Este pícaro viajaba de un lugar a otro en busca de ingenuos que estuvieran dispuestos a pagar por su milagrosa fórmula. Cuando llegaba a un pueblo, anunciaba su oferta y en poco tiempo la gente lo rodeaba. Echaba agua en un recipiente, añadía un colorante y repetía ciertas palabras «mágicas», mientras agitaba el agua. Entonces, de alguna manera, lograba distraer la atención de los curiosos y aprovechaba para dejar caer algunas piedrecillas de oro en el recipiente. Después vaciaba el agua, y ¡milagro!, en el fondo del recipiente aparecían las pepitas de oro. Como cada día sale a la calle un tonto, no faltaba quien estuviera dispuesto a pagar para hacerse rico. Y cuando aparecía «la víctima», el faquir compartía su «fórmula secreta»: —Usted debe hacer exactamente lo que yo hice. Pero cuando diga las palabras mágicas, no tiene que pensar en el mono de cara colorada. — ¿El mono de cara colorada? —Preguntaba el asombrado comprador—. ¿Qué quiere decir? —Quiero decir que si usted piensa en el mono de cara colorada, las palabras mágicas no surtirán efecto. No es difícil imaginar el resto de la historia. Cuando el comprador quería aplicar la fórmula mágica, no podía sacarse de la mente al mono de cara colorada. Cuando nos concentramos tanto en “el mono de cara colorada” (nuestros pecados), Satanás se regocija al hacernos pensar en lo malo que somos y olvidamos por completo el poder de Dios para perdonarnos.