“Había una vez un campesino gordo y feo que se había enamorado (¡Cómo
no!) de una princesa hermosa y rubia. Un día, la princesa (ve a saber por qué)
le dio un beso al feo y gordo campesino… Y, mágicamente, éste se transformó en
un esbelto y apuesto príncipe… (Por lo menos, así lo veía ella.) (Por lo menos,
así se sentía él)”. A través de esta historia aprendí que el verdadero amor no
se reduce a lo físico o a lo romántico; el verdadero amor es la aceptación de
todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya nunca podrá
ser…