Todo está en las manos de Dios. En sus manos están todas las
acciones de los sabios y de los honestos, pero nadie sabe si Dios les mostrará
su favor. Lo mismo da ser justo o malvado, bueno o malo, religioso o no
religioso, estén o no ceremonialmente puros. Las personas buenas reciben el
mismo trato que los pecadores, y las personas que hacen promesas a Dios reciben
el mismo trato que los que no las hacen. Y eso es lo malo de todo lo que se
hace en esta vida: que todos tengamos el mismo final. ¡Todos paramos en el
cementerio! No hay mucho donde elegir, aunque “mientras haya vida hay esperanza”.
Como se suele decir: “¡Más vale perro vivo que león muerto!”. Los que están
vivos al menos saben que un día van a morir, pero los muertos ya no saben nada
ni esperan nada y muy pronto son olvidados. Con la muerte se acaban sus amores,
sus odios, sus pasiones y su participación en todo lo que se hace en esta vida.
Ya no son parte de nada en este mundo. ¡Animo pues! Come tus alimentos con
alegría y bebe tu vino con un corazón contento, ¡porque Dios lo aprueba! ¡Vístete
con ropa elegante y échate un poco de perfume! Puesto que Dios nos ha dado una
corta vida en este mundo, disfrutemos de cada momento con el ser amado. Todo lo
que hagas, hazlo con alegría. Vamos camino a la tumba, y allá no hay trabajo ni
proyectos, ni conocimiento ni sabiduría. (Salomón)