Vi un hombre totalmente solo. No tiene familia, ni un hijo ni un
hermano: todo el tiempo se la pasa trabajando muy duro para tratar de acumular
toda la riqueza posible. Nunca está satisfecho con lo que tiene porque siempre
quiere tener más. Este hombre jamás se detiene a preguntarse: “¿Para qué estoy
trabajando tan duro? ¿Por qué no disfruto de la vida?” Jamás se pone a pensar
si vale la pena tanto trabajar y nunca gozar de lo que produce. ¡No tiene
sentido esforzarse tanto! Por eso, «más valen dos que uno», porque sacan más
provecho de lo que hacen y ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Además,
si uno de ellos se tropieza, el otro puede darle la mano y ayudarle a
levantarse. Pero pobre del que cae y no tiene quien lo ayude. Ese sí que está
en problemas! Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden
brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor? ¡Moriría
de frio! Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se
ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una
cuerda triple no se corta fácilmente ¡Ya no es fácil derrotarlos! (Salomón).