Decía Teresa de Calcuta que: “Por cada gota de dulzura que alguien
da, hay una gota menos de amargura en el mundo”. Porque la belleza complace a
los ojos, pero es la dulzura de las acciones la que encanta y encadena el alma.
La dulzura en el hablar, en el obrar y en reprender lo gana todo y a todos. El
poder no tiene ni la mitad de la fuerza que posee la dulzura de un detalle, la
ternura de un mensaje y el sentimiento de un abrazo ¡Eso realmente enamora! Un
pedazo de ser, un trozo de humanidad, una cuota de locura, a veces espacio, a
veces infinito, a veces pasión, a veces libertad, no es mucho pero es todo… La dulzura
es un don que pocos tienen pero a veces, una tarde cualquiera, la dulzura se
instala en las palabras y el buen tesoro del corazón sale. Todo es más dulce
cuando tienes con quien compartir, reír e intercambiar placeres. Porque en el roció
de las cosas pequeñas el corazón encuentra su mañana y se refresca. ¿La mejor
medicina para el alma? ¡La dulzura y amabilidad de otro ser humano! Llámame anticuado
pero aun creo en las miradas profundas, aun creo en los besos con dulzura, aun
creo en las cartas que al leerlas enrojecen mejillas. Llena tu mente de bellos
pensamientos, deja que ellos trabajen en tu corazón, pintando tu interior de alegría y veras en el exterior de tus
labios la más dulce y bella de las sonrisas, que solo se dibuja en tu rostro
por el bienestar de tu alma…