Cuando acaricias a esa persona tan especial, te das cuenta que
habías vivido toda tu vida con las manos vacías. Apenas rozas su piel, dejas de
pensar para dejarte llevar por aquel que te pide con cada latido que lo beses
con un mudo lenguaje donde aprendes a reconocer cerrando los ojos. Tal vez no
eres bueno con las palabras, pero si aquella persona aprende a quererte,
descubrirá en tus caricias lo que no sabes decir y es claro que lo mejor no es
una caricia en si misma sino su continuación… ¡Extrañar! No es la palabra, es
la necesidad de tu piel que grita por sus caricias, por su pelo. Por esas horas
y tus labios en su piel; por el aroma de ese perfume indiscreto que acostumbra
en su cuello donde tanto lo buscas… ¿Sabías que una sola caricia puede provocar
un caos interno? “Estoy de acuerdo, decía Cabral, que una bomba hace más ruido
que una caricia, pero por cada bomba que destruye, existen millones de caricias
que construyen la vida”. ¿Para un corazón roto? Un pegamento de caricias. Es
indescriptible cuando empiezas a sentir una oleada de sensaciones desordenadas
en tu piel ¡envolviéndote! Te abandonas a ellas. Solo eres piel, bendita piel. Aunque
pensándolo bien… ¡No es la caricia! Es quien te toca… esa persona que de algún modo
no puedes olvidar y que por robar tu corazón será condenada a cien años de
besos y caricias en tus brazos…