Un día me dije a mi mismo: ¡Busquemos “las cosas buenas” de la
vida! Voy a divertirme y a probar los placeres y me daré la gran vida. ¡Pero resultó un absurdo! ¡Tampoco a esto le
encontré sentido! En cuanto a los placeres, ¿para qué sirven? Y concluí que las
diversiones son una locura, y que los placeres no sirven para nada. Hice luego
la prueba de beber mucho vino y de cometer las más grandes tonterías. Quería
ver qué de bueno le encuentra la gente a sus pocos años de vida en este mundo. También
traté de encontrar sentido a la vida edificándome enormes mansiones y plantando
hermosos viñedos. Hice jardines y parques, y los llené con toda clase de
árboles frutales. Compré esclavos y esclavas, y otros nacieron en mi propiedad.
También tuve enormes manadas y rebaños. ¡Antes que yo nadie fue tan importante
ni tan sabio! Llegué a tener montones de oro y plata. Tuve a mi servicio
hombres y mujeres que cantaban para mí, y gocé de todos los placeres humanos,
pues tuve muchas mujeres hermosas. ¡Tuve todo lo que un hombre puede desear! Hice
todo lo que quise, todo lo que se me ocurrió. Todo lo que quise lo hice mío; no
me negué ningún placer. Disfruté plenamente de todos mis trabajos ¡Pues bien
ganado me lo tenía! Luego me puse a pensar en todo lo que había hecho, y en
todo el trabajo que me había costado hacerlo, y me di cuenta de que nada de
esto tenía sentido; todo había sido como querer atrapar el viento. ¡En esta
vida nadie saca ningún provecho! (Salomón).