Era increíble, cómo perder algo que nunca había sido suyo le pudo
afectar tanto. Sin embargo, no podía retener a quien no quería quedarse, fue
valiente y aprendió a decir ADIOS. Tal vez su error fue ilusionarse con un amor
que nunca existió. Siempre recibía lo que al otro le sobraba, nunca fue un
compartir, era solo limosna. Lo intentó todo, lo quiso todo, tuvo lo que podía
y perdió lo que no le pertenecía. ¡Al final no perdió nada! Solo había
intentado retener, a toda costa, lo que en cualquier momento tenía que
marcharse. Dejó de llorar porque las tormentas no duran para siempre, aceptó de
una vez y se liberó de lo que nunca fue. Ya no le cuesta apretar el botón para
borrar sus mensajes, no le hace falta llamarlo y por la noche no desea verlo. Perdió
el interés acerca de donde está o que hace y olvidó el momento en que sufrió
por su partida y como su vida giraba en torno a la suya. ¡Olvidó lo que sentía
y recordó lo que valía! No mucho tiempo después, el pasado le hizo una
invitación… ¡Una invitación a volver! -¿Volver? ¿A qué? ¡No tienes nada nuevo
que ofrecerme! Nunca vuelve quien se fue, aunque regrese. Sería un error mirar
lo de ayer con ojos de hoy, querer que las cosas vuelvan a ser igual cuando ya
no soy la misma persona, como si se pudieran reciclar los suspiros o dar un
mismo beso por segunda vez- Le dijo al pasado que no insistiera más porque no
iba a mirar atrás y le agradeció por las lecciones. Tenía claro que su único
camino era hacia adelante. Así termino la historia, esa historia, la que nunca
comenzó.