Honoré de Balzac decía que: “Hay que dejar la vanidad a los que no
tienen otra cosa que exhibir”. No importa lo grande que alguien se “crea” ¡Más
alto es un poste y lo mean los perros! El consumismo, la moda y la vanidad es
un desbalance mental que se retroalimenta, no deja vivir y empobrece al espíritu.
El círculo vicioso se reproduce a través de la ansiedad por tener lo que no se
tiene, de la necesidad de pertenecer a algo, de mostrar lo que no se es. Todo está
allí para utilizarse, no para definirse. “Gastamos dinero que no tenemos, dice Will
Smith, en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no le
importamos”. Todos los excesos son malos, pero la autoestima desmedida es
detestable. La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se
usen como sinónimos. El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de
nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de
nosotros. Muchos no entienden que la belleza no hace feliz a quien la posee,
sino a quien pueda amarla y adorarla. La vanidad es la belleza artificial de la
persona superficial. En cambio la naturalidad y autenticidad es la belleza
perfecta y real de una verdadera persona. La vanidad dice: “Cuando todas las
cosas estén en su lugar, yo encontraré la paz”. El espíritu dice: “Encuentra la
paz y todo lo demás estará en su lugar”.