Una vez escuché decir que: “Hay gente que no sabe hacer dos cosas
al mismo tiempo, como por ejemplo, prometer y cumplir. Razón tenía el rey Salomón
cuando dijo: “Vale más no prometer, que prometer y no cumplir”. ¡Nunca prometas
cosas que no vas a cumplir! Lo único que logras, es destrozar la ilusión de
alguien que cree en ti. “Cuando rompes tu palabra, decía Aristóteles, estás
rompiendo algo que no se puede reparar. Piensa primero si puedes cumplir
aquello con lo cual te vas a comprometer. ¿Dónde está el truco? Está en
prometer solo lo que se puede cumplir o simplemente no prometer nada. ¿Sabías
que el más lento en prometer es siempre el más seguro en cumplir? No se debe
prometer absolutamente nada que no sea realizable y que no puedes cumplirte a
ti mismo. Si no eres capaz de cumplir las promesas que te haces a ti mismo,
nunca cumplirás las que haces a los demás. La virtud está en “cumplir”, no en “prometer”.
Entonces ¿Qué tal si cumples sin prometer? Porque prometer es fácil, lo difícil
es cumplir. Es mejor que ahorres tus palabras y que lo demuestres con acciones.
Alguien de verdad no necesita prometer nada, sino cumplir; no necesita hablar,
sino demostrar. No hagas promesas y solo deja que las cosas sucedan ¡Que tus
actos hablen por ti! Si no vas a cumplir ¡Ahórrate tus promesas! Ojala que
prometas, aunque sea, no volver a prometer, el día que aprendas lo que duele
una promesa rota. Aquello que prometes bajo la luz de la luna, apróntate a
cumplirlo al salir el sol. Los que prometen y nunca cumplen son como nubes y
vientos que no traen lluvia.