Cada persona tiene su historia y cada uno sabe cuánto le pesa y le
duelen sus heridas. Las heridas más crueles que recibimos son infligidas por aquellos
que más amamos los cuales dijeron que nunca nos las iban a causar. Las heridas
que no se ven son las más dolorosas y no provocan grandes hemorragias. Son heridas
invisibles que se alojan en el alma. Para cuando la razón entiende lo sucedido,
las heridas en el corazón ya son demasiado profundas. Sin embargo hay heridas
que en vez de abrirnos la piel nos abren los ojos. Las heridas no significan
que perdiste, significan que te importaba lo suficiente para luchar. Ahora, las
heridas no se cosen con las agujas del reloj. La única forma en que las heridas
se cierren es enfrentarlas con valor y olvidar el rencor que las mantiene
vivas. Si solo quieres venganza, tus heridas siempre estarán abiertas. Si una
vieja herida sangra… no es tan vieja. Hay que aprender que para sanar una
herida hay que dejar de tocarla. Quita poder a todo lo que te perturbe. Si no
existe en tu mente, tampoco existirá en tu vida. “No permitas, decía Cohelo,
que tus heridas te transformen en lo que no eres”. Muchos exhiben las heridas y
ocultan la dulzura, como si estar roto fuera un orgullo y amar fuera una
debilidad. Curar las heridas y seguir adelante, no es fácil, pero es el camino.
Convierte esa herida, en el lugar por donde pueda pasar luz que te haga sonreír
de nuevo… Y nunca olvides que por cada
persona que te hace daño… hay otra dispuesta a curar tus heridas y hacerte
feliz.