Hay gente que dice que el dinero no es importante, pero cuando ya
lo tiene nunca se satisface, porque siempre quiere más y más. ¡Qué absurdo es
pensar que las riquezas traen verdadera felicidad! Cuanto más tengas, más se te
acercará la gente para ayudarte a gastarlo. Quien se llena de dinero también se
llena de gente que quiere gastarlo. Lo único que se gana con tener riquezas es
contemplarlas ¡De tanto tener hasta el sueño se les quita! Rara vez, un rico,
tiene una buena noche de descanso porque su riqueza le trae muchas
preocupaciones. En cambio, el trabajador llega a casa y duerme en paz, tenga
poco o mucho que comer. Hay gente que acumula riquezas en perjuicio propio,
porque si invierte dinero en negocios arriesgados que fracasan, ¡Todo se pierde!
Y no queda nada para dejarles a los hijos. Todos llegamos al final de nuestra
vida tal como estábamos el día que nacimos: desnudos y con las manos vacías. La
gente trabaja duro para conseguir cosas, pero cuando muere no puede llevarse
nada. ¿De qué nos sirve entonces tanto trabajar, y pasarnos la vida tristes,
molestos, enfermos y enojados? He visto que esto es lo mejor que puede hacer
uno: comer, beber y disfrutar de su trabajo durante la corta existencia en esta
tierra. Dios nos concede una vida breve y eso es todo lo que tenemos. Si Dios
le da a uno riqueza, propiedades y el poder disfrutar de ellas, hay que
aprovechar, aceptar lo que Dios le da a uno como regalo, el fruto de nuestro
trabajo. Ya que Dios nos hace estar felices, dejemos de preocuparnos tanto por
la vida. (Salomón)