Alguien dijo que Dios creo un TODO y lo lleno de vida; luego lo dividió
en dos seres diferentes que evolucionaron a través de vidas separadas: “Las
almas gemelas”. Hasta que un día se encuentran y al verse sienten una infinita
necesidad de abrazarse y besarse y expandir las energías de sus corazones. Su
encuentro ha sido planeado antes incluso, de que sus cuerpos se hayan visto por
lo que no necesitan mucho tiempo para conocerse. ¡Su atracción no es solo
física o sexual! La ternura ocupa sus instantes y sus miradas. Saben que deben
estar juntos y que ha valido la pena esperar… porque sus experiencias pasadas han
sido la preparación para el reencuentro. ¿Qué cosa más grande, decía Cicerón,
que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo? Esa alma
gemela que llega a tu vida silenciosamente, cuestiona tus convicciones, cambia
tu cotidianeidad, marca un antes y un después en tu vida. Una alma gemela no es
el ser humano que siempre idealizaste como tampoco encaja perfectamente
contigo. Los budistas dicen que: “Si conoces a alguien y tu corazón late con
fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, no es la persona
indicada. Cuando conoces a tu alma gemela, sientes calma, nada de ansiedad,
nada de agitación.” Es un espejo que te hace volver la mirada hacia adentro y
saca lo mejor de ti. Es, seguramente, la persona más importante que vayas a
conocer en tu vida. Estará orgullosa de tus logros pero te dirá la verdad
cuando te equivoques, pero aun así te seguirá amando a pesar de tus fallas. Si
ya la encontraste, nunca permitas que se aleje de tu vida…