viernes, 23 de junio de 2017

Mis papàs tenian autoridad


Recuerdo que la hora de llegada era a las 10 de la noche. ¡Ni un minuto más, ni uno menos! Y ellos iban por nosotros a las fiestas. Era terminantemente prohibido dormir en la casa de nadie. Nos daban 2 colones para gastar y nos pedían cuentas. Se sentaban a hacer la tarea con nosotros y revisaban  cuidadosamente que no nos faltara nada de lo encargado. El máximo castigo era encerrarnos una tarde en el cuarto sin salir a jugar al patio por haberle faltado el respeto a un hermano. Y éramos obligados a pedir perdón por una falta y a saludar con mucho respeto a nuestros mayores. Fuimos instruidos a dar nuestros asientos a las mujeres en cinta y a los adultos mayores. El videojuego no existía por lo que la convivencia en familia era obligatoria. Había una sola televisión para toda la familia. Una mueca, una mala palabra, o el levantamiento de voz eran suficientes para merecer unas nalgadas. Mis papas no nos gritaban en la calle ante una falta, bastaba solo una mirada para entender lo que nos esperaba una vez que llegáramos a la casa. Ir a la iglesia era tradición y no había negociación ni pretexto para faltar aun siendo adolescentes. Mis papas tenían autoridad… Recuerdo que la ropa de los hermanos era rotada del mayor al menor y siempre se aprovechaba todo. Las marcas de ropa y juguetes nunca fueron importantes. Usábamos lo que nuestros padres podían comprar y éramos felices estrenando, con costos, el 25 de diciembre.