La alegría está en el alma y no en la edad. Todos llevamos por
dentro ese niño que no deberíamos ocultarlo nunca. Al contrario, debemos
escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño
entiende de instantes mágicos. Dice Neruda que: “El niño que no juega no es
niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en El y
le hará mucha falta”. La infancia termina cuando te importa más mancharte que
divertirte. Razón tenía El Principito cuando decía que todas las personas
mayores fueron al principio niños, aunque pocas lo recuerden. ¿Por qué les
cuesta a los adultos entender que son solo niños crecidos? Todos llevamos aquel
niño que fuimos, ese niño es la base de aquello en lo que nos hemos convertido,
de quienes somos y de lo que seremos. ¿Un resumen de mi infancia? Sin
preocupaciones y deseando ser mayor. Sintiendo miedo cada vez que alguien me
amenazaba con un “te acusaré con tu papá”. Jugando al escondite y diciendo que jamás
me enamoraría. Contando los días que faltaban para que fuese 25 de diciembre.
Pensando que todos a mi alrededor eran mis amigos. Diciendo que cuando sea
grande cuidaría a mi mamá y le compraría todo lo que ella deseara. No dándole
importancia a tu cuerpo, ni a la ropa que utilizaba en ese entonces. Quien no
quisiera volver a esos momentos en que se era feliz con cosas simples pero para nosotros era grandioso, en que la
vida se trataba de descubrir y aprender, en que todo era mejor si se hacía con
amor.