Hoy me acorde de cuanto te quiero y de cómo curas mi alma con un
abrazo. ¿Sabías que cuando ríes llenas de alegría mi corazón? Hoy me acorde de
ti y aunque poco nos vemos ¡Jamás me olvido de ti! Gracias porque nunca te
cansas de hacer pequeñas cosas para los demás, esas pequeñas cosas que ocupan
la mayor parte de un corazón. Gracias porque la ternura lleva tu nombre…
Alguien dijo que cuando la inocencia se viste de ternura, de colores y de
risas… el viento se transforma en brisa suave, el cielo gris en nubes blancas,
el frio en calor y la oscuridad en sol que deslumbra ¡Gracias por transformar
todos mis momentos tristes en momentos de felicidad! ¿Cómo no te voy a querer
si con un “Hola” me cambias el día? Nunca dejas que el mundo te endurezca ni
que el dolor te haga odiar. Doy fe de que la amargura nunca le ha ganado a tu
ternura y de que todos los días demuestras tu amor por aquellos que tienes a tu
alrededor. Eres el osito de peluche que todo el mundo quiere abrazar
dulcemente. No quiero pasar por alto el agradecerte por tu tiempo y porque
siempre estas cuando todos más te necesitamos sin esperar nada a cambio. La
primera vez que te vi, honestamente no sabía que ibas a ser tan importante para
mí, incluso ¡hasta tus defectos me fascinan! Me seduce que no limites tus
emociones y que no hayas aprendido a economizar tus sentimientos. Si tuviera
que hacerte un regalo, te regalaría un espejo, porque después de ti, lo más
bonito es tu reflejo. Una vez más… ¡Gracias por existir!