Un hombre adinerado entró a un restaurante. Tan pronto como entró,
notó una mujer negra, sentada en una esquina. Él se acercó al mostrador, sacó
su billetera y gritó: “¡Camarero! Voy a comprar bebidas para todos en este
restaurante, excepto para esa mujer negra que está allá”. El camarero recogió
el dinero y comenzó a servir bebidas gratis para todos en el restaurante,
excepto a la mujer negra. En lugar de molestarse, la mujer negra simplemente
miró al hombre y le dijo: “Gracias”. Esto enfureció al hombre rico. Así que,
nuevamente, sacó su billetera y dijo: “¡Camarero! Esta vez voy a comprar más
bebidas y comida adicional para todos en este restaurante, excepto para la
mujer sentada en la esquina de allá”. El camarero recogió el dinero del hombre
y comenzó a servir comida y sodas gratis para todos en el restaurante, excepto
a la mujer negra. Cuando el camarero terminó de servir la comida y las bebidas,
la mujer negra, simplemente miró al hombre, sonrió y le dijo, “Gracias”, eso lo
enfureció más. Así que se acercó al mostrador y le preguntó al camarero: “¿Qué
pasa con esa mujer negra? He comprado comida y bebidas para todos en este
restaurante, excepto para ella, y en vez de estar enojada sólo se sienta allí,
me sonríe y me dice: Gracias. ¿Ella está loca?” El camarero le sonrió al hombre
rico y le dijo: “No, ella no está loca. Ella es la dueña de este
establecimiento”.
“Esto dice el SEÑOR: La riqueza de Egipto y las ganancias de
Etiopía y de los sabeos, pueblo de elevada estatura, serán tuyas, y ellos te
servirán como esclavos. Irán en pos de ti, pasaran encadenados; se arrodillarán
ante ti, te harán reverencia y te dirán: Ciertamente en ti está Dios, y no hay
otro fuera de Dios”. Isaías 45: 14