Los japoneses creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una
historia, se vuelve más hermoso y por eso reparan objetos rotos rellenando sus
grietas con oro o plata. Se le conoce como kintsugi: El arte de admirar la
belleza de las cicatrices. En lugar de tratar de ocultar los defectos y
grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en prueba
de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia; la
capacidad de recuperarse y hacerse más fuerte. Este arte se convierte en una
filosofía de vida donde las roturas de los objetos son vistas como un elemento
que embellece al propio objeto en lugar de afearlo, es decir, valora por encima
de todo al objeto y tiene especial cura cuando se rompe. En lugar de tirar el
objeto, este se recupera para que a través de la restauración, luzca de nuevo más
fuerte y con toda su historia y esplendor. Es una lástima que nuestra sociedad
actual ha perdido interés en la restauración debido a que en su escala de
valores se relaciona lo “bello” con lo “nuevo”. Lo anterior tal vez lo puedes
hacer con un objeto ¿Pero qué pasa cuando se trata de personas cuyas vidas están
repletas de grietas por fuera y por dentro? A través de la resiliencia tienes
una nueva oportunidad de devolverte la sonrisa y recomponer tu alma y tu
espíritu para que una vez restaurados puedas resurgir con toda tu fuerza y toda
la determinación para sobreponerte a los próximos obstáculos que te ponga el
destino por delante.