¿Por un amor que se va? ¡Al contrario! Debemos agradecer por haber
conocido una persona tan linda, que generó en nosotros un sentimiento intenso y
que nos hizo compañía por un tiempo razonable, un tiempo feliz. ¿Por qué
sufrimos? Porque automáticamente olvidamos lo que fue disfrutado y comenzamos a
sufrir por nuestras proyecciones irrealizadas, por todas las ciudades que nos
hubiera gustado conocer al lado de nuestro amor, y no conocimos; por todos los
hijos que nos hubiera gustado tener juntos y no tuvimos; por todos los
espectáculos, libros y silencios que nos hubiera gustado haber compartido y no
compartimos; por todos los besos cancelados, por la eternidad.
Sufrimos, no porque nuestro trabajo es desgastante y paga poco,
sino por todas las horas libres que dejamos de tener para ir al cine, para
conversar con un amigo, para nadar, para enamorar.
Sufrimos, no porque nuestro equipo perdió, sino por la euforia
perdida.
Sufrimos, no porque envejecemos, sino porque el futuro nos está siendo
confiscado, impidiendo así que mil aventuras nos sucedan, todas aquellas con
las cuales soñamos y nunca llegamos a tener.
El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional. ¿Cómo aliviar
el dolor de lo que no fue vivido? “Cada día que vivo, me convenzo más de que el
desperdicio de la vida está en el amor que no damos, en las fuerzas que no
usamos, en la prudencia egoísta que nada arriesga, y que, esquivándose del
sufrimiento, hace perder también la felicidad”.