viernes, 8 de septiembre de 2017

Malaquìas


Una vez, varias damas se reunieron para estudiar la Biblia.

Mientras leían el tercer capítulo de Malaquías notaron algo asombroso en el versículo tres. “Se sentará como fundidor y purificador de plata” (Malaquías 3:3). Una de las mujeres decidió visitar a un artesano tallador de joyas de plata para saber más sobre el proceso. Luego de saludar al artesano le pidió si podría por favor explicarle como es el proceso de refinar la plata. Después de él describirle el proceso ella le preguntó: “Artesano, ¿usted tiene que estar pendiente velando cada segundo durante el proceso?”. “Claro que si” contestó el artesano. Tengo que velar el horno constantemente porque si se excede en lo mínimo el tiempo de refinaje, la plata podría arruinarse. La dama entonces por primera vez comprendió la belleza de la cita, “Se sentará como fundidor y purificador de plata” (Malaquías 3:3). Dios permitirá que sus hijos pasen por el horno pero observa y cuida el trabajo de purificación mientras su sabiduría y amor trabajan a favor nuestro. Antes de irse la dama pregunto: “¿Cómo se da cuenta usted cuando el proceso terminó?” “Oh es muy simple,” respondió el artífice… “Cuando puedo ver el reflejo de mi propia imagen en la plata, sé que terminó el proceso”. Dios permite en sus hijos los procesos difíciles para que crezcamos y para pulirnos. Su objetivo es que nos volvamos un reflejo de él para que otros le conozcan por medio nuestro.