Un día, una joven dando un paseo por el monte, vio sorprendida que
una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre mal herido que no podía
valerse por sí mismo. Le impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al
siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual.
Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía la liebre dejaba un
buen trozo de carne cerca del tigre. Pasaron los días y la escena se repitió de
un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la
comida por su propia cuenta. Admirada por la solidaridad y cooperación entre
los animales, se dijo - No todo está perdido. Si los animales, que son
inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo
haremos las personas. Así que la joven decidió rehacer la experiencia... se
tiró al suelo, simulando que estaba herida, y se puso a esperar que pasara
alguien y la ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su
ayuda. Siguió así durante todo el día siguiente... y el siguiente... Ya se iba
a levantar, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio,
cuando sintió dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del
enfermo y la tristeza del abandono. Su corazón estaba devastado, ya casi no
tenía fuerzas para levantarse, entonces allí, en ese instante, oyó... ¡Con qué
claridad, qué hermoso! ...era una voz, muy dentro de ella, que decía: - Si
quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la
pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad... deja de hacer de tigre y
simplemente sé la liebre.