lunes, 18 de septiembre de 2017

Yeso


Benjamín Franklin aprendió que esparcir yeso en los campos haría crecer las cosas. Se lo dijo a sus vecinos, pero no le creyeron, argumentando que el yeso no ayudaría para nada al crecimiento del pasto ni del trigo. Pasado un tiempo, que ya se habían olvidado del asunto, se fue al campo temprano en la siguiente primavera y sembró trigo.  Cerca del camino, por donde los vecinos pasaban, trazó algunas letras con su dedo y puso yeso en ellas. Al cabo de una o dos semanas, la semilla brotó.  Sus vecinos, al pasar por allí, se quedaron boquiabiertos cuando lo vieron.  De un verde más brillante que todo el resto del campo, brotó el mensaje sembrado de Franklin en letras grandes: “A esto se le echó yeso”. ¡A Benjamín Franklin ya no le hacía falta discutir con sus vecinos sobre los beneficios del yeso! A veces, la mejor manera de convencer a alguien a su punto de vista, mientras se mantienen abiertas las líneas de comunicación, es con el simple silencio y empezar a enyesar.