En una ocasión, el apóstol Pablo le escribió al pastor Timoteo: “Si
alguien anhela dirigir una iglesia, realmente desea una posición honorable.
Pero debe llevar una vida intachable: Debe serle fiel a su esposa, controlar todos
sus deseos, y pensar dos veces lo que va a hacer. Debe comportarse
correctamente, estar dispuesto a recibir en su hogar a los necesitados y ser
capaz de instruir a otros en la fe... No debe ser violento ni buscar pleitos.
Al contrario, debe ser amable y pacífico, y no estar preocupado solo por el
dinero. Debe dirigir bien a su propia familia y que sus hijos lo respeten y lo obedezcan.
Porque si no puede gobernar a su propia familia, entonces tampoco podrá cuidar
de la iglesia de Dios. No debe ser un nuevo creyente porque podría volverse
orgulloso… Además debe tener el respeto de la gente que no es de la iglesia. De
esta manera evitará críticas y no pasará vergüenza delante de ellos” 1 Timoteo
3: 2 - 7. A partir de estas instrucciones del apóstol, aquellos que ejercen el
liderazgo de una iglesia deberían hacer un alto en el camino y preguntarse:
¿Tengo deseo y pasión por el ministerio pastoral o son solo emociones engañosas?
Jeremías 17: 9, ¿Estoy calificado bíblicamente? ¿Poseo los dones necesarios
para la obra? ¿Mi iglesia y sus líderes creen en mi llamado? ¿Veo en mí la
necesidad de seguir creciendo a través del conocimiento de la sana doctrina? Estimado
pastor: “Cuide del rebaño que Dios le ha encomendado. Hágalo con gusto, no de
mala gana ni por el beneficio personal que pueda obtener de ello, sino porque
está deseoso de servir a Dios. No abuse de la autoridad que tiene sobre los que
están a su cargo, sino guíelos con su buen ejemplo. Así, cuando venga el Gran
Pastor, recibirás una corona de gloria y honor eternos”. 1 Pedro 5: 2 - 4