viernes, 8 de septiembre de 2017

Una relaciòn madura


En una relación madura, cada uno sabe mantener su espacio, guardando celosamente la consideración que el otro merece y cumpliendo cabalmente con sus responsabilidades. Uno y otro amplían el marco de su realización personal, creando un mundo rico, más allá de los linderos del hogar y de la pareja. Lo hace por sí mismos, pero no sólo para sí mismos ¡Sus logros enriquecen su vida familiar y de todos aquellos que les rodean! Ambos dedican tiempo a lo suyo sin arrebatarle tiempo y calidad a su relación afectiva. Se disfrutan y se proporcionan el mayor placer que pueden. En una relación madura, la persona comparte sus experiencias con el ser amado. Lo invita a participar de las actividades que le producen goce y satisfacción, pero no presiona, no obliga, ni deja de hacerlas por el hecho de que a aquel no le apetezca o no las valore. Tampoco se mete a la fuerza en el territorio de su pareja ni lo acosa para que abandone sus intereses. En una relación madura ni uno ni otro adopta una posición persistentemente crítica respecto de los amigos, parientes, acciones, ideas y sentimientos de su pareja. Puede ser, por ejemplo, que no le guste que asista a una determinada asociación, pero le basta con expresarle claramente sus razones una sola vez y lo deja optar. En una relación madura, cada uno sabe distinguir perfectamente entre “lo mío, lo tuyo, y lo nuestro”, en relación con las responsabilidades, los sueños, los objetivos, las cualidades, los deseos y las necesidades.