Montaigne decía que: “Podemos ceder nuestros bienes e incluso
nuestra vida a nuestros amigos; pero es muy difícil que alguien acceda a
compartir su fama o ceder a alguien su reputación”. Como suele decirse, “Cría
fama y échate a dormir”. Y si su fama inspira respeto, logrará eficaces
resultados antes de que usted entre en escena o emita una sola palabra. “La
fama que parece descansar en la opinión de muchos, decía Baltasar Castiglione,
fomenta una cierta creencia inamovible en el valor del hombre, creencia que
luego será fácil reforzar en las mentes ya preparadas y predispuestas para ello”.
Algunas personas tratan de arruinar la reputación de otras sembrando dudas
mediante insidiosos rumores. Lo anterior se convierte en un dilema terrible
porque la primera reacción del ofendido es negar los rumores y demostrar que ha
sido difamado. Sin embargo, siempre quedará la sombra de la duda: ¿Por qué se
defiende tan desesperadamente? ¿Acaso hay un atisbo de verdad en los rumores
que procura desmentir? Por otro lado, si se ignoran los rumores, al no ser
refutados, se irán fortaleciendo. Nietzsche decía que: “Es más fácil soportar
una mala conciencia que una mala reputación”. El buen nombre es un tesoro que
debe forjarse y guardarse celosamente. Imagine una mina llena de diamantes y rubíes.
Usted buscó el lugar del tesoro, lo excavó y ahora su riqueza está asegurada. Defiéndalo
con su vida, si es necesario. Asaltantes y ladrones acecharán en todas partes.
Nunca de su riqueza por asegurada, y renuévela constantemente: el tiempo reducirá
el brillo de sus joyas ocultándola a la vista.