Cuando intente impresionar a la gente con palabras, tenga en
cuenta que cuanto más diga tanto más vulnerable será y tanto menor control de
la situación tendrá. “Para un ministro, decía el Cardenal de Retz, es más
perjudicial decir tonterías que cometerlas”. La lengua humana es una bestia que
muy pocos saben dominar. Forcejea constantemente por escapar de su jaula y, si
no se le adiestra de la manera adecuada, se vuelve contra uno y le causa
problemas. Leonardo da Vinci decía que: “Las ostras se abren por completo
cuando hay Luna llena; y cuando los cangrejos ven una ostra abierta, tiran
dentro de ella una piedrita o un trozo de alga, a fin de que la ostra no pueda
volver a cerrarse y el cangrejo pueda devorarla. Este es también el destino de
quien abre demasiado la boca, con lo cual se pone a merced del que lo escucha”.
Una respuesta breve o el silencio pone a los demás a la defensiva y, nerviosos
por lo que tratarán de llenar el silencio con todo tipo de comentarios que
revelarán información valiosa sobre sí mismos y sus debilidades. En la mayor
parte de los aspectos de nuestra vida, cuando menos diga, tanto más profundo y
misterioso parecerá. Menos riesgo correrá de decir algo tonto y hasta
peligroso. Recuerde que una vez que las palabras han salido de su boca, no es
posible retirarlas.