¿Sabías que todos tenemos dificultades y problemas? ¿Y que desearíamos
que fueran resueltos con un chasquido de dedos? Sin embargo decía Einstein que:
“Los problemas significativos que afrontamos no pueden solucionarse en el mismo
nivel de pensamiento en el que estábamos cuando los creamos.” Por tanto la resolución
de nuestros conflictos requiere un nuevo nivel de pensamiento, un cambio de
enfoque ¡Un enfoque de adentro hacia afuera! Centrado en principios y basado en
el carácter. Si uno quiere tener un hijo más agradable y cooperativo, debe ser
un padre más comprensivo, empático, coherente, cariñoso. Si un hijo quiere
tener más libertad, debe ser más responsable, más útil, más colaborador ¡Si uno
quiere despertar confianza, debe ser digno de confianza! Sin embargo, el
proceso puede ser doloroso porque: “Un cambio tiene que estar motivado por un
propósito superior, decía Stephen Covey, por la disposición a subordinar lo que
uno cree que quiere ahora a lo que querrá más adelante.” Hablamos de un cambio drástico,
no solo de “algunas mejorías” irrelevantes que no añaden valor agregado.
Thoureau decía que: “Mil cortes en las hojas del árbol del mal equivalen a uno
solo en las raíces.” Debemos también crear nuevos hábitos que hagan desaparecer
los “malos hábitos”. Recuerda que todo hábito está compuesto de tres elementos:
Conocimiento, capacidad y deseo. Si sabes lo que debes hacer y tienes la
capacidad de hacerlo, pero no tienes el deseo ¡Estas mal! Ferguson decía que: “Nadie
puede convencer a otro de que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta
del cambio que sólo puede abrirse desde adentro.” ¡Tú decides!