La esencia del engaño es la distracción. Distraer a la gente a la
que se quiere engañar da tiempo y espacio para hacer las cosas sin que ellos se
percaten. Un acto de bondad, generosidad u honestidad es la forma más poderosa
de distracción, porque desarma las sospechas de los demás. Convierte a las
personas en niños que aceptan ansiosos cualquier tipo de gesto afectuoso. El
trabajo de un estafador consiste en hacer caer esas defensas a través de una
aparente sinceridad y honestidad. ¿Quién desconfía de una persona sorprendida
en un acto de evidente honestidad? Un gesto sincero y honesto –especie caballo
de Troya- abre una brecha en la armadura del otro. Poca gente puede resistirse
a un acto de generosidad, ni siquiera el más duro de los enemigos, y es por eso
que a menudo constituye la forma perfecta de desarmar a la gente. Un regalo
hacer renacer al niño que hay en nosotros, con lo cual de inmediato bajamos
nuestras defensas. A pesar de que con frecuencia vemos las acciones de los
demás bajo la luz más cínica posible, rara vez distinguimos algún elemento
maquiavélico en un obsequio, que a menudo oculta motivos ulteriores. Un regalo
es el objeto perfecto tras el cual esconder una actitud engañosa. Hace más de
tres mil años un magnifico obsequio, que resultaba irresistible, hizo más por
la causa griega que diez años de lucha. Un caballo fue utilizado para rescatar
a la bella Helena que había sido robada por Paris y para destruir a Troya. El
filósofo chino Han-fei-tzu dijo: “Cuando esté por tomar, debiera dar”.