¡Muchos desean tener poder sobre los demás! Sin embargo, resulta
peligroso demostrarlo abiertamente por lo que recurren a la sutileza, a la
decencia, a la simpatía y a la democracia cuando en realidad son engañosos.
Aparentan refinamiento y elegancia por fuera pero indirectamente se burlan de
sus adversarios y desbaratan sus planes de la forma más sutil y disimulada
posible. Son expertos en clavar un puñal por la espalda de su contrincante con
guantes de terciopelo y con la más afable de las sonrisas. En lugar de recurrir
a la coerción o a la franca traición recurren a la seducción, el encanto y el
engaño planificando sus movimientos por adelantado en ¡Una guerra fría, una
guerra civilizada! Lord Chesterfield decía que: “Las cortes son, sede de
cortesía y buena cuna; si no fuera así, serian sede de masacre y desolación.
Quienes ahora se sonríen y se abrazan se enfrentarían y apuñalarían entre sí,
si los buenos modales no se interpusieran entre ellos”. Muchas organizaciones
que aparentan ser civilizadas, decentes, democráticas y que apelan al juego
limpio en su brillante superficie, no son más que un caldero que hierve oscuras
emociones: ambición, envidia, deseo y odio. Siguen el consejo de Napoleón al
pie de la letra cuando dijo: “Cubre tu mano de hierro con un guante de
terciopelo”. Es lamentable que: “Muchos hombres que intentan ser buenos todo el
tiempo, decía Maquiavelo, terminan arruinados entre la cantidad de hombres que
no lo son”.