miércoles, 13 de diciembre de 2017

Indescifrable

Jehú, rey de Israel mandó llamar a todos los profetas y a los que veneraban a Baal y reunió a todos sus sacerdotes y dijo: “Vengan todos, porque voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Cualquiera que no venga será ejecutado”. Después Jehú ordenó: « ¡Preparen una asamblea solemne para rendir culto a Baal!». Asistieron todos —no faltó ninguno— y llenaron el templo de Baal de un extremo al otro. Después Jehú entró al templo de Baal y les dijo a los que veneraban a Baal: «Asegúrense de que aquí no haya nadie que adora al Señor, solo los que rinden culto a Baal». Así que estaban todos adentro del templo para ofrecer sacrificios y ofrendas quemadas. Apenas Jehú terminó de sacrificar la ofrenda quemada, les ordenó a sus guardias y oficiales: « ¡Entren y mátenlos a todos! ¡Que no escape nadie!». Así que los guardias y oficiales los mataron a filo de espada. Demolieron el templo de Baal. De esa forma, Jehú destruyó todo rastro del culto a Baal en Israel. (2 Reyes 10: 18 – 28) La mayoría de las personas son como un libro abierto: Revelan sus planes e intenciones. Frenar la lengua y controlar con cuidado  lo que se revela exige un gran esfuerzo. Es mucho más prudente medir y adecuar las palabras, y decir a la gente lo que desea oír, y no enfrentarla con la cruda y desagradable realidad de lo que uno siente o piensa. ¡Aprenda el arte de disimular sus intenciones! Recuerde que el primer instinto del ser humano siempre es creer en las apariencias. ¡Ser indescifrable, atrae a la gente!