Nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños. En estos
días la gente hace muchas compras, se reúne y se divierte mucho pero no saben
de qué se trata. El año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una
gran fiesta en mi honor, pero ni siquiera me invitaron. Entonces, se me ocurrió
entrar sin hacer ruido y me quedé en un rincón. Estaban todos borrachos y carcajeándose.
¡La estaban pasando en grande! Para colmo llego un viejo gordo, vestido de
rojo, de barba blanca y gritando: "JO, JO, JO", parecía que había
bebido de más, se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños
corrieron hacia él, diciendo "SANTA CLAUS". Llegaron las doce de la
noche y todos comenzaron a abrazarse, yo extendí mis brazos esperando que
alguien me abrazara. ¿Y sabes? Nadie me abrazó. Otra cosa que me asombró es que
el día de mi cumpleaños en lugar de hacerme regalos a mí, se regalaron entre
ellos. Entonces: “Yo, el Rey, les diré a los buenos: ¡Mi Padre los ha
bendecido! ¡Vengan, participen del reino que mi Padre preparó desde antes de la
creación del mundo! Porque cuando tuve hambre, ustedes me dieron de comer;
cuando tuve sed, me dieron de beber; cuando tuve que salir de mi país, ustedes
me recibieron en su casa; cuando no tuve ropa, ustedes me la dieron; cuando
estuve enfermo, me visitaron; cuando estuve en la cárcel, ustedes fueron a
verme. “Y los buenos me preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te
dimos de comer? ¿Cuándo tuviste sed y te dimos de beber? ¿Alguna vez tuviste que salir de tu país y te
recibimos en nuestra casa, o te vimos sin ropa y te dimos qué ponerte? No
recordamos que hayas estado enfermo, o en la cárcel, y que te hayamos
visitado.” Yo, el Rey, les diré: “Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de
las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como
hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.”