El primer hombre que vio un camello salió corriendo; el segundo se
animó a aproximarse a cierta distancia; el tercero osó ponerle un cabestro. En
esta existencia, lo conocido hace que todo parezca manso, ya que, una vez que
nuestros ojos se habitúan, lo desconocido, que puede parecer terrible o
extraño, se convierte en algo común y corriente. Y ya que estoy en el tema, les
cuento que oí decir que unos centinelas apostados en la orilla, al divisar algo
que flotaba a lo lejos, no pudieron dejar de gritar: “¡Una vela! ¡Una vela! ¡Una
poderosa fragata!”. Cinco minutos después ya sólo era un paquebote, luego un
esquife, después un chinchorro, y por ultimo apenas unos maderos que flotaban
en el mar. Conozco a muchos a quienes esta historia les cabe de maravillas:
Personas a quienes la distancia magnifica pero que, a medida que se acercan,
terminan por no ser gran cosa. (Jean de la Fontaine, 1621 – 1695).