Debemos aprender a distanciarnos del momento presente y
reflexionar de manera objetiva sobre lo acontecido en el pasado y lo que puede
acontecer en el futuro. Como Jano, la deidad romana de dos rostros, guardiana
de todas las puertas y entradas, debes ser capaces de mirar a la vez en ambas
direcciones a fin de poder lidiar mejor con el peligro, cualquiera sea la
dirección de la que provenga. Este es el rostro que debes forjarte: Una cara
que mire con atención el futuro y otra que examine el pasado, repitiendo
constantemente un nuevo lema que debes aprender: ¡Ni un día sin estar alerta!
Nada debe tomarte por sorpresa, porque te encuentras imaginando constantemente los potenciales problemas,
antes de que estos se produzcan. En lugar de perder el tiempo soñando con el
final feliz de tu proyecto, debes trabajar sobre el cálculo de cualquier
trastorno que pudiese surgir en su desarrollo. Cuanto más lejos logres ver, más
pasos podrás prevenir. El rostro de Jano
mira hacia el pasado, pero no para recordar dolores o alimentar resentimientos
lo cual solo te carcome y te nubla la razón. El verdadero objetivo de mirar al
pasado es poner bajo la lupa tus acciones y las de los otros, porque las
enseñanzas provienen de las experiencias personales. Revisa los errores
cometidos en el pasado y hazte una promesa de no volver a repetirlos ni a caer
en la trampa. Si logras observarte y evaluarte de esa manera, podrás aprender a
romper los esquemas según los cuales actuabas en el pasado, lo que constituye
una capacidad sumamente valiosa. Recuerda a Jano: ¡Ni un día sin estar alerta!