Un día escuché decir que existen dos ocasiones donde debes
aprender a mantener tu boca cerrada: cuando estás buceando y cuando estas
molesto. Y es aquí en donde se demuestra la madurez de una persona tal y como
lo expresa el apóstol Santiago cuando dijo: “¿Quién, entonces, es una persona
madura? Solo quien es capaz de dominar su lengua y de dominarse a sí mismo”. En
la mayoría de los casos la ira es un pecado, que casi siempre adiciona otro
pecado: la falta de dominio de la lengua, la cual abre la puerta a todo tipo de
palabras ofensivas como el sarcasmo, el chisme y la maledicencia. “Como ciudad
sin defensa y sin murallas, decía Salomón, es quien no sabe dominarse”. Dominarse
requiere firmeza para mantener nuestros pensamientos bajo control. Esto es
posible según el apóstol Pablo cuando dice: “Porque no nos ha dado Dios un espíritu
de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. El que domina su cólera
¡Domina a su peor enemigo! Se controla a sí mismo y a sus emociones y no
permite que estas últimas le controlen. “El que domina a los otros es fuerte; decía
Lao Tsè, el que se domina a sí mismo es poderoso”. Así como los dueños de una
propiedad establecen límites visibles en sus terrenos, también los seres
humanos deben establecer límites de respeto hacia las vidas de los demás. Sin
embargo, siempre hay algunos, que sin autorización, ingresan a la propiedad de
tu ser y quieren sacarte de balance. Recuerda que son empleados del propósito de
Dios para tu vida. Resístelos con la recomendación del apóstol Santiago: “Todo
hombre debe ser pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse”.