Hay cosas que producen cambios. A veces las más insignificantes
son las que generan mayor impacto. Palabras, silencios, indiferencias y
desprecios que duelen infinitas veces más que los golpes. Alguien decía que la
inocencia de nuestra alma se pierde cuando encontramos la indiferencia de aquel
que amamos. No existe falta de tiempo, se llama: “falta de interés” porque
cuando la gente realmente quiere la
madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado y un momento se vuelve
oportunidad. El amor siempre encuentra un camino… la indiferencia siempre busca
una excusa y el aburrimiento es su máxima expresión. No te merece aquel, quien
con su indiferencia te hace sentir invisible y ausente… Bernard Shaw decía que:
“El peor pecado contra el prójimo no consiste en odiarle, sino en mirarle con
indiferencia”. Si no le quieres no le escribas, si no te vas a quedar no le
busques, si no vas a ser parte de su vida, no le enamores. La indiferencia es
una forma de pereza, y la pereza es uno de los síntomas del desamor. Nadie es haragán
con lo que ama. ¿Qué duele más? ¿La indiferencia de esa persona que alguna vez significó
el mundo para ti? o ¿El hecho de saber que le diste un lugar tan importante en
tu vida a alguien que simplemente nunca lucharía por ti? Si la indiferencia
mata lentamente el amor, la desilusión lo aniquila de una vez.