Cada mañana el sol nos dio, en la cara al despertar.
Cada palabra que le pronuncié la hacía soñar.
No era raro verla en el jardín corriendo tras de mí,
y yo dejándome alcanzar, sin duda, era feliz.
Era una buena idea cada cosa sugerida,
ver la novela en la televisión, contarnos todo.
Jugar eternamente el juego limpio de la seducción.
Y las peleas terminarlas siempre en el sillón.
Me va a extrañar, al despertar.
En sus paseos por el jardín, cuando la tarde llegue a su fin.
Me va a extrañar, al suspirar.
Porque el suspiro será por mí, porque el vacío la hará sufrir.
Me va a extrañar, y sentirá, que no habrá vida después de mí, que
no se puede vivir así.
Me va a extrañar, cuando tenga ganas de dormir y acariciar.
Al mediodía era una aventura en la cocina,
se divertía con mis ocurrencias, y reía.
Cada caricia le avivaba el fuego a nuestra chimenea,
era sencillo pasar el invierno en compañía.
Me va a extrañar, al despertar. En sus paseos por el jardín,
cuando la tarde llegue a su fin.
Me va a extrañar, al suspirar.
Porque el suspiro será por mí, porque el vacío la hará sufrir.
Me va a extrañar, y sentirá, que no habrá vida después de mí, que
no se puede vivir así.
Me va a extrañar, cuando tenga ganas de dormir y acariciar. (Ricardo Montaner)