La definición correcta de la Serenidad es estar en paz en medio de
las tormentas, no es estar libre de tormentas. Es la capacidad de mantener
centrada tu atención, en medio de la dificultad, en aquello que para ti es una
prioridad. Cuando siembras calma, cosechas serenidad, la cual no es algo que se
encuentre, es algo que se cultiva y nosotros somos los encargados de plantar su
semilla. La serenidad viene cuando cambias las expectativas por la aceptación
de lo que no puedes cambiar. ¡El secreto está en cooperar incondicionalmente
con lo inevitable! En dejar que cada situación sea lo que es, en vez de lo
queremos que sea. La vida tiene una manera perfecta de ponerte donde debes
estar. Si ahora estas aquí, no luches contra ello; abraza el momento. ¡Quédate
en paz! No te entristezcas con la actitud de algunas personas; no pierdas tu
serenidad. La rabia hace mal a la salud, el rencor daña el hígado y la cólera
envenena el corazón. La persona que hiere y hace daño necesita ayuda. Tú no
tienes por qué brindarla pero tampoco debes ponerte a su nivel. Aquello que no
trae calma y serenidad a tu vida, déjalo atrás. ¡No hay precio más caro que
perder la paz! “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, decía
Nelson Mandela, para darte cuenta de cuanto has cambiado tu”. Cuando alcanzas
la paz en ti mismo puedes aportar una semilla de felicidad en los demás. Te
conviertes en consuelo para la tristeza, reposo para la fatiga y esperanza para
la tristeza desesperación de otros.