¿Qué puedes hacer si preocuparte demasiado te está haciendo daño? (1)
Pregúntate si la preocupación que tienes es razonable. Preocuparte por cumplir
tus responsabilidades es una cosa, pero obsesionarte con ellas es otra. Mateo
6: 27 dice que por más que nos preocupemos no podemos añadir un día más a nuestra
existencia. Preocuparse vale la pena si esto te ayuda a encontrar una solución.
(2) Enfréntate a los desafíos día a día porque no tiene sentido tratar de
resolver los problemas que pudieran surgir mañana, pues tal vez ¡Nunca ocurran!
Mateo 6: 34 dice que “Suficiente para cada día es su propia maldad”. (3) Acepta
las cosas que nunca podrás cambiar. Algunas cosas siempre se salen de control y
aunque no puedas cambiar las circunstancias, si puedes cambiar tú forma de
verlas. Eclesiastés 9:11 dice que: “Los sucesos imprevistos les acontece a
todas las personas”. ¡Todos tenemos nuestros buenos y nuestros malos tiempos! (4) Mira la cosa desde una perspectiva
realista. Observa el cuadro completo y no solo los detalles. Filipenses 1: 10
dice que debemos concentrarnos en lo que realmente es importante de lo que nos
preocupa. (5) Busca el consejo sabio que alivie tu preocupación. Según
Proverbios 11: 14, en la multitud de consejeros está la sabiduría. (6) y por último
y lo más importante que debes hacer es orar a Dios con la certeza de que Él se
interesa por ti (1 Pedro 5: 7) y que verdaderamente te ayudará (Isaías 41: 10).
¡Confía! La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible…