Imagina que algo catastrófico, que no desearías que te suceda… te
pase. ¿Qué harías? ¿Te lamentarías el resto de tu vida? ¿Le echarías la culpa a
alguien? ¿A las circunstancias? ¿A tu mala suerte? Coincido con Víctor Frankl
que “La última de nuestras libertades humanas es decidir cuál será nuestra
actitud en cualquier circunstancia”. Todo depende de la perspectiva con que lo
miremos y de nuestra actitud hacia estos sucesos. Es verdad que Dios decide por
lo que vamos a pasar pero nosotros decidimos ¡cómo pasar por ahí! No dejes que
los acontecimientos negativos que sucedan en tu vida te derrumben. Siéntate a
pensar en cómo convertirlos en positivos y sal adelante. No te preguntes ¿Por
qué me sucedió esto a mí? La pregunta correcta debería ser ¿Para qué me sucedió
esto a mí? Recuerda que todas las cosas pasan porque tienen que pasar. Todo en
nuestra vida está relacionado con aprendizajes y con vivencias. Todo lo que nos
ocurre es necesario para algo, para que aprendamos algo, para que
experimentemos algo, o para permitir que otras cosas mejores nos sucedan más
adelante. Tarde o temprano las cosas se aclararán y entonces podremos
comprender cuál era la necesidad de que las cosas ocurrieran en el pasado como
ocurrieron.