Una antigua historia habla de dos adolescentes que exploraban una
cueva cuando vieron lo que parecían ser las enormes y profundas huellas de un
oso dentro de un cavernoso túnel. Decidieron seguir avanzando dentro de la
oscura caverna, pero caminaban despacio y con mucha cautela. Hacían brillar la
luz de sus linternas en cada rincón, y mantuvieron los ojos y los oídos
abiertos en el caso de que se fueran a encontrar con un oso. De pronto, detrás
de una roca saltó el oso de la apariencia más feroz que vieran jamás. Parado
ante ellos, el oso gruñó como un león, haciendo un eco de un sonido horrible
que rebotaba en las paredes. Los dos asustados muchachos corrieron a la entrada
de la cueva con el oso rugiéndoles detrás. Entonces uno de los muchachos se
dejó caer en el suelo, con rapidez se desató las botas de escalar, se las quitó
y se puso las zapatillas de correr. Su amigo le gritó: ¡Apúrate! ¡Salgamos de
aquí! ¿Por qué se te ocurre cambiarte de zapatos? De todas formas, ¡no tenemos
muchas posibilidades de correr más rápido que el oso! Poniéndose de pie
enseguida y comenzando a correr, el primer joven dijo: Yo no tengo que correr
más rápido que el oso, tengo que correr más rápido que tú…