Algún día, tus hijos serán lo suficientemente grandes como para
entender la lógica que motiva a los padres. Será el día en que le pregunten a
sus propios hijos: - ¿Crees que tu mamá es mala? Porque la mía sí lo fue. ¡Era
la mamá más mala que había en todo el mundo! Mi mamá insistía en saber dónde estábamos
todo el tiempo. Parecíamos convictos a prisión. Ella tenía que saber quiénes
eran nuestros amigos y lo que hacíamos con ellos. Nos da pena admitirlo, pero
ella rompió las Leyes del Trabajo de Menores, ya que nos hacía trabajar.
Teníamos que lavar los platos, ayudar a sacar la basura, darle de comer al perro,
arreglar nuestro cuarto y toda clase de trabajos forzosos. Ella insistía en que
dijéramos la verdad y, cuando llegamos a la pubertad, ella podía leer nuestras
mentes. La vida era difícil. Ella no dejaba que nuestros amigos tocaran la
bocina de su carro al llegar a buscarnos a nuestra casa. Ellos debían llegar
hasta la puerta donde ella pudiera conocerlos y saludarlos. Mientras otros
amigos y amigas podían tener novios o novias a los 12 o 13 años, teníamos que
esperar a los 16. Por nuestra mamá, nosotros nos perdimos de muchas
experiencias con otros niños: nunca probamos drogas, nunca estuvimos presos ni fuimos
vándalos ¡Fue toda su culpa! Por ella fuimos bien educados y somos adultos
honestos. Estamos haciendo lo mejor que podemos para ser malos padres, tal y
como lo fue mi mamá. Ahora sabemos lo que está mal en este mundo: Sencillamente
debería haber mayor cantidad de mamás malas.