miércoles, 6 de septiembre de 2017

Cuando un padre queda solo


No sé en qué momento el tiempo pasó, ni a qué hora mi hijo creció, Solo sé que ahora es todo un hombre, y que en su vida... ya no estoy yo.
Era muy joven cuando mi hijo nació, todavía recuerdo el momento en que llegó. Pero mi trabajo el día me ocupaba, y no me daba cuenta que el tiempo pasaba.
No supe en que momento ya caminaba ni tampoco a qué hora comenzó a estudiar. No estuve cuando cambió sus dientes, sólo me ocupé de pagar sus cuentas.
Pedía que le consolara cuando se golpeaba o que le ayudara cuando su carro no caminaba, pero yo estaba ocupado, debía trabajar y así sus problemas no podían solucionar.
Cuando a casa llegaba insistía en estar conmigo: “Papi ven... Yo quiero ser tu amigo...” “Más tarde hijo, quiero descansar”, y con estas palabras me iba a reposar.
Ojalá atento le hubiera escuchado, cuando al acostarlo y dejarlo arropado, suplicante me insistía con ruegos y llantos, que me quedara a su lado, que estaba asustado.
Ya no hay juegos que arbitrar, tampoco hay llantos que consolar. No hay historias que escuchar, peleas que arreglar, ni rodilla que remendar.
Ya no hay trabajo, ya no estoy atareado, no tengo que hacer, me siento desolado. Ahora soy yo quien quiere estar a su lado y es hoy mi hijo quien vive ocupado.
Un distante abismo me separa de mi hijo, poco nos vemos... No somos amigos. Los años han volado, mi hijo se ha marchado y su continua ausencia solo me ha dejado.
No sé en qué momento el tiempo pasó, ni a qué hora mi hijo creció. Ojalá pudiera volver a nacer, para estar a su lado y verlo crecer.