Después de que Malaquías acabase sus profecías (435 a.C.) se
cerraba el canon del Antiguo Testamento. Durante este tiempo, Dios hizo una
nueva disposición de las escenas de la historia, de una manera muy parecida a
como los encargados de un escenario de teatro preparan el escenario antes de
que caiga el telón y cuando se levanta de nuevo hay una escena completamente
distinta. Hasta ese momento, Babilonia (605 – 539 a.C.) había sido la principal
potencia mundial, pero a esto siguió rápidamente el Imperio medopersa (539 –
334 a.C.). Grecia y Macedonia bajo el gobierno de Alejandro el Grande conquista
el imperio medopersa en el 330 a.C. y Roma conquista a los griegos en el 63
a.C. El ascenso y caída de estos reinos aparecen en Daniel 2: 31 al 43. Posterior
a la muerte de Alejandro el Grande su reino fue dividido por una lucha entre
los Ptolomeos de Egipto y los monarcas de Siria. En el 284 a.C. el antiguo
testamento fue traducido por primera vez a otro idioma bajo el reino de uno de
los Ptolomeos quien convocó a un grupo de 70 eruditos para que hiciesen una
traducción de las escrituras hebreas. Cuando la terminaron, se le dio el nombre
de Septuaginta y esta se convirtió en la versión griega de la Biblia hebrea. Alrededor
del 203 a. de C. Antíoco el Grande llegó al poder en Siria y comenzó el reinado
de la potencia siria sobre Palestina. En el 166 a.C. los macabeos se rebelan contra
Siria y después de una serie de batallas logran la independencia de la
provincia de Judea. Este fue el fundamento de la dinastía asmonea (166 – 63 a.C.).
A partir de entonces, Palestina se encontró bajo la autoridad y el poder de
Roma.