En abril de 1521 Martin Lutero se presentó ante la Dieta de Worms,
asamblea en que los príncipes del Sacro Imperio Germano, presidida por el
emperador Carlos V, se reunieron en Worms, Alemania, para abordar la situación de
la Reforma. El 18 de abril, Lutero habló ante la asamblea y defendió sus
creencias: “A menos que esté convencido mediante el testimonio de las
Escrituras o por razones evidentes, me mantengo firme en las Escrituras, a las
que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de
Dios, y no puedo ni quiero retractarme de nada, reconociendo que no es seguro o
correcto actuar contra la conciencia”. Con estas palabras, Lutero sentaba las
bases mismas de la Reforma Protestante: El principio de “Sola Scriptura”; la
Biblia tiene preeminencia sobre las tradiciones y sobre cualquier iglesia. Las
Santas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina, la norma
para el carácter, la prueba de la experiencia, la revelación autorizada de
doctrina y práctica. Aunque muchas iglesias protestantes y evangélicas
abandonen las enseñanzas bíblicas reemplazándolas por liturgia musical o
emocional o una “religión psicologizada”, en que lo importante es que “te
sientas bien”, debemos resaltar la Biblia como única base segura para nuestras
creencias y prácticas.