En 1914 en Bélgica se llevó a cabo la primera transfusión de
sangre de manera no directa. Hoy, las transfusiones de sangre nos parecen muy
comunes, pero son relativamente novedosas en la historia. En 1628 se descubrió
la circulación intravenosa y empezaron a realizarse las transfusiones directas
entre dos personas. En 1910 se descubrió que agregar anticoagulante a la sangre
y refrigerarla permitía su almacenamiento. Finalmente, esto llevó al
establecimiento de bancos de sangre. “Donar sangre es donar vida” dice el
eslogan. Y es considerado como un acto de altruismo. De hecho, está prohibida
la comercialización de sangre. ¡Es un acto de desprendimiento! Cuando un
enfermo necesita desesperadamente de sangre, sus familiares y amigos la donan.
Jesús dijo: “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos” (Juan
15: 13) Y ser el mayor donante de sangre de la historia, convierte a Jesús en
el mayor amigo de la humanidad. Hemos sido justificados por su sangre (Romanos
5: 9), tenemos redención a través de ella (Efesios 1: 7), su sangre purifica nuestra
conciencia (Hebreos 9: 14) y por medio de ella obtenemos el perdón de pecados
(Colosenses 1: 14). Jesús no solo dio la vida por sus amigos, sino que, aun
siendo enemigos, su sangre compró nuestra salvación (Romanos 5: 7 – 11). Hoy es
un buen día para recibir los beneficios de esa “transfusión de vida” que Cristo
obró en la cruz.