Hay que recordar las victorias ya que eso fortalece la autoestima
y el orgullo del vencedor. Tal es el caso del Arco del Triunfo, ubicado en
Paris y construido entre 1806 y 1836 por Napoleón Bonaparte, para conmemorar la
victoria en la batalla de Austerlitz. No obstante, en San Antonio Texas, EEUU
hay un monumento a la derrota: El Álamo, un recinto que albergó una antigua
misión y que luego fue convertido en fortaleza. Allí se libró la famosa batalla
de El Álamo, un conflicto militar crucial en la Revolución de Texas, que
consistió un asedio de trece días de duración (23 de febrero al 6 de marzo de
1836) y que enfrentó al ejército de México contra una milicia de secesionistas
texanos. Todos los contendientes a favor de Texas murieron, salvo dos, lo que
motivo a colonos texanos y aventureros a rebelarse también. Más tarde en 1848, México
perdería ese territorio. Todos tenemos un Álamo que nos arranca lágrimas de
dolor y tristes recuerdos. Sin embargo, El Álamo también nos recuerda que las
derrotas también deben ser registradas; que las derrotas no duran para siempre
y que contienen el germen de la victoria. No escuches tus propios desánimos
interiores, que rinden culto al “no se puede”. ¡Se un vencedor indiscutible!