Un buen escritor, básicamente, sabe hacer dos cosas: leer y
escribir. Hay que saber leer y hay que saber escribir. Jorge Luis Borges decía que:
Lo más provechoso para él era no solo la lectura de libros, sino también la
relectura”. Una persona que sabe leer tiene un abanico de conocimientos y
competencias muy amplio. Saber leer es el impulso esencial del desarrollo de
una persona; la ignorancia es la mayor de las opresiones. La lectura pone al
alcance la cultura, abre caminos, imaginación, pensamientos… La lectura nos
hace crecer como personas. Pero, también debemos enseñar a leer la Biblia. “Felipe
escuchó lo que el funcionario etíope iba leyendo al profeta Isaías. ― ¿Entiendes
eso que lees? —le preguntó. ― ¿Cómo lo voy a entender si nadie me lo ha explicado?
—contestó el etíope” (Hechos 8: 30). El pasaje ilustra a un estudiante de la
Biblia sincero, que quiere aprender más de la Palabra de Dios pero que no tiene
las herramientas necesarias para comprenderla. Aquellos que somos lectores
estudiosos de la Biblia, tenemos el privilegio de enseñar a otros las preciosas
verdades que emanan de la Escritura; pero ¿Cómo podemos enseñar a los demás, si
antes no leemos y estudiamos la Biblia nosotros? Instrúyete en las enseñanzas
de la Biblia. Sumérgete en el Texto Sagrado y aprende cada día mas. Hay muchos
como el etíope que esperan a que te acerques porque no entienden lo le leen.